Hace 25 años, en la publicación
editada con motivo de las bodas de plata de la agrupación, dedicamos unas
páginas a Santi Gutierrez y lo definimos como "nuestro alma mater".
Hoy, 25 años después, nos reafirmamos en esas palabras ya que, en gran parte,
es debido a él y al trabajo que realizó, que el Grupo de Txistularis de Urretxu
ha llegado a cumplir 50 años. Enseñó solfeo y txistu a muchos de los que han
formado parte del grupo en todos estos años; dirigió ensayos, pasacalles,
conciertos, romerías, etcétera; y colaboró manteniendo el buen ambiente que ha
existido en el grupo desde el principio y motivando a los chavales para que
continuasen en el mismo.
Santiago Gutierrez Gutierrez nació en una de las tres villas pasiegas de Cantabria, en San Pedro del Romeral, el 27 de noviembre de 1932. Sin embargo, a raíz de la Guerra Civil, su familia tuvo que salir de allí y llegó con su madre y algunos de sus siete hermanos a Urretxu cuando tan sólo contaba con seis años. Solía decir que su padre "estaba estudiando", es decir, que estaba encarcelado. La familia se instaló y vivió en Urretxu y Santi se integró totalmente en nuestra sociedad y estilo de vida.
Una de las mayores aficiones que
desarrolló en su juventud fue la montaña. Al igual que muchos de los jóvenes de
aquella época, Santi y sus amigos aprovechaban los días festivos para subir los
montes de nuestro alrededor. Como hemos explicado en páginas anteriores, por
aquel entonces era muy habitual que aquellos que sabían, tocaran el txistu en
estas salidas montañeras y a Jose Pérez le entró el gusanillo de aprender.
Convenció a Santi, su gran amigo, y por mediación de Don Santiago Garmendia,
comenzaron a ir a Ormaiztegi a casa de Paxkual Larrañaga para tomar lecciones
de txistu. Así se metió Santi en este mundo aunque, en un principio, tan sólo
pretendía tocar en el monte y cuando le apeteciera, sin compromiso alguno.
Pero una de las grandes vocaciones
de Santi fue la enseñanza. Muchos opinan que, si hubiera podido, habría
estudiado para maestro. De joven ya le había ayudado al profesor Don Mateo en
la escuela, dando clases de lectura y escritura a los más pequeños. Así es que,
cuando entre 1959 y 1960 les pidieron que enseñaran a tocar el txistu, aceptó
sin problemas. "Era un trabajo que podíamos hacer entre semana, manteniendo
libres los domingos" reconocía el propio Santi en la entrevista que le
hicieron para la publicación del 25 aniversario del grupo.
Muchos fueron los urretxuarras que
pasaron por las clases de Santi. Algunos de ellos han permanecido en activo
durante años, otros se cansaron antes y lo dejaron. Pero todos guardan un gran
recuerdo de Santi Gutierrez, a pesar de sus enfados cuando se ponían a hablar
en los ensayos o a hacer trastadas y risas entre pieza y pieza. "Cuando
queráis podemos continuar", recuerdan que solía decir. Incluso en más de
una ocasión echó a sus alumnos a la calle. Sin embargo, se puede decir que la
paciencia fue una de sus características ya que, habitualmente, los chicos y
chicas comenzaban a aprender entre los 8 y los 12 años, una edad en la que
todos prefieren jugar y hacer travesuras en lugar de sentarse formalmente y en
silencio para tocar escalas; y durante años le tocó lidiar a muchos chavales de
esas edades.
Muchos de los txistularis aún
recuerdan el método que empleaba para enseñarles: Primero aprendian solfeo con
el libro Solfeo de los Solfeos hasta
la lección 81. Después, empezaban con el txistu y hacían hasta la lección 14
del método de Isidro Ansorena. Es decir, tenían que aprender a tocar un montón
de escalas y acordes antes de empezar con las canciones, que por supuesto, es
mucho más divertido para los jóvenes de esas edades. Pero si alguno de ellos se
adelantaba y empezaba a interpretar algún tema que venía en páginas más
avanzadas, se llevaba una buena bronca de Santi, empeñado en enseñar cada cosa
a su tiempo. Una vez que adquirían un poco de soltura, les enseñaba las
primeras melodías como Uso Zuria o Andre Madalen.
En 1973, Santi se casó con Maria
Luisa Irizar y la pareja se instaló en Ormaiztegi. Durante unos años, el trabajo,
las obligaciones familiares y la distancia entre ambos pueblos hicieron que
Santi acudiera con menos frecuencia a los ensayos, aunque nunca se desvinculó
del grupo. Subía a los ensayos de los viernes y, por su puesto, todos los
domingos al pasacalle.
Durante estos años, la enseñanza del
txistu quedó principalmente en manos de Jose Javier Larrañaga “Jostenka”
que empleó el mismo método que su antecesor para enseñar. Y años después, a
principios de los 90, Santi retomó las clases cuando, una vez jubilado de su
trabajo en la cooperativa Irizar, se instaló con su familia en Urretxu. A
partir de entonces, acudía casi a diario al local de ensayos que para entonces
ya estaba situado en la Casa de Cultura.
Pero Santi no sólo fue profesor, sino que ejerció como director y representante de la agrupación de txistularis hasta que su salud se lo permitió. Era él el que acudía al ayuntamiento cuando había que negociar el contrato o cuando había que firmarlo. El mismo año en el que se caso, en 1973, escribió a las autoridades una misiva para pedir un aumento en la dotación anual con un lenguaje muy formal:
Al ilustre
ayuntamiento de Villarreal de Urrechua.
El que suscribe, Santiago Gutierrez Gutierrez, mayor de edad, casado,
carpintero, vecino de esta Villa, provisto de DNI número 15.297.867, expedido
en San Sebastián, con fecha de 04-08-71, obrando en nombre y representación de
la “Agrupación de Txistularis”, de esta localidad, a V.I. acude y expone:
Que, el contrato de prestación de servicios suscrito con esa Corporación,
data del año 1960 y considerando aletargado debido al tiempo transcurrido son
de la opinión que se debe poner al día.
Que este contrato se formalizó tomando por base una excursión annual
para tres días con 25 txistularis, la cual importaba la cantidad de 22.000
ptas. Y hoy con esta cantidad malamente se pueda disfrutar de un día e viaje.
Hay que tener en cuenta, además, el aumento que ha experimentado el coste de la
vida.
Independientemente de todo lo expuesto, el local que vienen utilizando
para los ensayos no reune las condiciones mínimas de salubridad y, además, lo
tienen que compartir con un Equipo de Baloncesto, lo cual les origina una gran
extorsión y las consabidas molestias, pues con mucha frecuendia desaparecen
cerraduras, llaves, etc.
Para que sirva de orientación, les diremos que las bandas de los
pueblos limítrofes perciben de sus respectivos municipios cantidades qeu
oscilan entre 4.500 y 5.000 pesetas mensuales.
Por todo lo expuesto,
suplican a V.I. que, teniendo por presentado este escrito tengan a bien
estudiarlo y, en consecuencia, acuerden la renovación del Contrato, poniéndolo
al día.
Gracia que no dudan merecer de V.I., cuya vida guarde Dios muchos años.
En Villarreal de Urrechua, a 30 de Noviembre de 1973.
Santi Gutierrez
Este lenguaje debió convencer a las
autoridades ya que un mes después la Comisión acordó por unanimidad elevar a
48.000 pesetas la consignación anual a partir de enero de 1974.
Por supuesto, el txistu tuvo también
gran relevancia en la vida familiar de Santi. Sus dos hijas, Estibaliz y
Alazne, aprendieron con él, en casa. "Para nuestro padre la música era
cultura general; cuando se aprendía a leer, había que aprender también
solfeo" afirma Estibaliz. "Y conmigo además, tuvo muchísima paciencia"
-añade Alazne- "porque yo no entendía muy bien la lógica del solfeo al
principio, me costó mucho aprender a leer las partituras; así que cada vez que
aprendíamos una nueva canción, solía escribir con letras las notas. El aita se
desesperaba".
Ambas recuerdan que en casa se escuchaba
el sonido del txistu muchas veces: "tocábamos en Navidad, en alguna
sobremesa especial... Pero sobre todo había una cinta de cassette de los
txistularis de Donostia que el aita solía poner casi todas las noches en la
radio de la cocina. Vuelta para un lado, vuelta para el otro... Y cuando se
rompió, el aita la arregló con cello. Así que en adelante, siempre que llegaba
al punto de donde estaba el cello, que era un fandango, solía hacer un salto.
Pero no por eso dejó de escucharla".
Asimismo, tanto Estibaliz como
Alazne reconocen que si su padre trabajó tanto por el txistu fue, en gran
parte, porque su mujer Maria Luisa le apoyó siempre. "A nuestra madre
también le gustaba el ambiente y supo encontrar su sitio en el grupo, con las
mujeres de otros txistularis". De hecho, solía ir a algunas salidas y
excursiones que organizaban y se encargaba de cuidar a la veintena de niños y
adolescentes que componían el grupo en cada época. “Santi y Maria Luisa nos
cuidaban como a sus propias hijas” -aseguran Ainhoa Alzelai y Lurdes
Elgarresta- “si tenían que hacerlo, nos echaban la bronca como si fuéramos sus
propios hijos”. ¡Qué remedio! Todos aquellos niños y adolescentes estaban bajo
su responsabilidad.
La labor de Santi fue reconocida
oficialmente en dos ocasiones a lo largo de su vida. La primera vez fue en
1972, cuando recibió el primer homenaje del pueblo y se le hizo entrega de la
insignia de oro del municipio.
La segunda fue en 1997. En esta
ocasión, el concierto de txistularis anual de las fiestas de Santa Anastasia se
celebró en su honor, y durante el mismo recibió la medalla de plata de la
Asociación de Txistularis y la insignia de oro de Urretxu.
No obstante, según reconocen sus
hijas, aunque estos reconocimientos le hicieron muchísima ilusión, lo que
verdaderamente le llegó al alma fue la presencia en la misma de los tantos y
tantos amigos que le dió el txistu. Allí estaban muchos de sus alumnos, algunos
de los cuales incluso se atrevieron a tocar un pasacalle a pesar de que hacía
años que habían dejado el txistu. Acudieron también muchos amigos txistularis
venidos de toda Euskal Herria; los amigos de la cuadrilla Los marineros de Boucau (Lapurdi), con los que tantas juergas
hicieron en los años 60 y 70; sus compañeros de la tamborrada de la sociedad
Etxe Azpi; etcétera. Incluso estuvieron presentes los seis alcaldes que
ejercieron en Urretxu desde que Santi tomara las riendas del Grupo.
Asimismo, Lander Zurdo, txistulari
de Urretxu y actual director de la banda de Zumarraga, le dedicó una pieza
titulada “Shanti” que al poco tiempo quedó recogida en el disco Urretxuko
Musikak. Otro txistulari, Ander Letamendia, por su parte, le hizo entrega
de la partitura del fandango “Xanti” que escribió en su honor. Todo esto fue
muy emotivo para él y se sintió muy agradecido.
Aunque, en realidad, es el pueblo el
que le tenía y aún hoy le tiene que agradecer a Santiago Gutierrez todo el
esfuerzo realizado a favor del txistu. Sin embargo, Santi también supo
disfrutar de este instrumento que le dio muchos amigos, muchos buenos momentos
y muchas juergas. Los momentos en los que mejor se sentía como txistulari era
en las fiestas de San Juan y en la Euskal Jaia.
El desfile de la Euskal Jaia era uno
de los que más ilusión le hacía y, a pesar de que tenía dificultades para andar
y hacía años que no salía en el pasacalle de los domingos, participó en la
Euskal Jaia casi hasta el último momento. Los últimos años, se cuidaba
especialmente por la mañana para tener fuerzas y poder salir en el desfile por
la tarde. Esta imagen fue tomada en el desfile de 1997 y Santi luce las
medallas que le entregaron la víspera en el homenaje recibido en el concierto
de txistularis.
Otra de las fiestas en las que más
disfrutaba era San Juan, tanto en la víspera como en la romería que se celebra
en Santa Barbara. El día de San Juan, tras acompañar a la corporación a los
oficios religiosos, solían acudir a tomar un hamaiketako y casi todos
los años terminaba con alguna mancha en su camisa blanca de txistulari. “La
mancha de chorizo de la camisa de mi padre en sanjuanes, era todo un
clásico” -reconocen sus hijas- “y de hecho, años después, se lo tomaba a
cachondeo y solía decir que él no se iba a retirar a casa hasta que se
manchara”. Cuánto cachondeo... cuántas risas solía hacer tanto en la sobremesa
de la comida con la corporación como en la bajada popular que se celebra para
terminar la jornada.
Nunca daba por finalizada una
sobremesa sin cantar algunas de sus canciones preferidas que, generación a
generación, todos los txistularis han aprendido gracias a él. “Asto gaixua” fue
una de las más habituales, aunque también solía entonar otras como la de la
locomotora. Aquí tenéis la primera estrofa de la canción del pobre burro:
Al ikullu ya no vuelve
mi buen astua, no vuelve no,
ya no brinca de poxa,
cuando cabeza tocar alguno,
arrayua la suerte txarra,
con tripako mina ponerse hizo
ai nere bihotzeko asto gaixua,
malkos tiraba cuando murió.
La víspera de San Juan, por el
contrario, en lugar de una fiesta de cachondeo, era para él, como para la
mayoría de los txistularis, uno de los momentos con más emoción del año. No se
lo perdía nunca. Durante casi toda su vida dirigió el pasacalle y entró
emocionado en la plaza Gernikako Arbola, repleta de gente. Y los últimos años,
cuando ya no podía tocar, se preparaba temprano para coger un buen sitio y
presenciar la hoguera.
Incluso el día que murió, el 23 de
junio de 2003, estaba dispuesto a acudir a la hoguera e iba a empezar a
prepararse. De hecho, una de las últimas cosas que comentó a sus hijas fue:
“escuchad, los txistularis ya empiezan a prepararse para el pasacalle”. Pero su
corazón se paró en ese momento, justo antes de que empezaran a tocar. Y si la
víspera de San Juan solía ser emotiva de normal, ahora, con su recuerdo, lo es
mucho más aún.
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