22 de julio de 2012

Las excursiones de los txistularis de Urretxu


Según hemos relatado en páginas anteriores, los txistularis de Urretxu tienen un contrato con el Ayuntamiento en el que se concretan las actuaciones de la agrupación y lo que éstos recibirán como contraprestación. El primer contrato se firmó en 1962. Los dos primeros años en funcionamiento, el Ayuntamiento decidió remunerarles de otras maneras.

En 1960 les pagó una cena en el bar Boni el día de Santa Cecilia. Algunos incluso recuerdan el menú, sopa de pescado y guisote, y reconocen que fue un banquete de lujo porque por aquel entonces no se podía comer eso en la mayoría de las casas.

Y el año siguiente el premio fue aún mayor, una excursión de tres días a Cantabria. Se instalaron en un hostal de Liérganes y desde allí fueron a visitar varios lugares como las cuevas de Altamira, Laredo, etcétera.


La experiencia gustó tanto que lo de hacer excursiones se ha convertido casi en una costumbre. Al principio, se hicieron todos los años y, además, eran de dos o tres días. Luego pasaron a ser de un día, aunque hubo algún año en el que fueron más largas. Estos últimos años las salidas se han espaciado en el tiempo, no han sido anuales.

Aunque el viaje de 1961 se hizo a cargo del ayuntamiento, en el 62 ya se había firmado el contrato con las condiciones de la agrupación y, a partir de entonces, las excursiones se han costeado de la cuenta común.

Sin embargo, algunas gestiones para estas excursiones sí que se siguieron haciendo desde alcaldía. Por ejemplo, existe en el ayuntamiento una carta de 1962 en la que el alcalde de Comillas contesta al de Urretxu con respecto a una comida que los txistularis iban a hacer en aquel municipio. Es muy curioso comprobar cómo el primer edil de Comillas confirma la reserva en el restaurante e informa sobre el menú y el precio que se tendrá que abonar.

Al parecer, por aquel entonces, era costumbre ponerse en contacto con los ayuntamientos de los pueblos en los que iban a pernoctar o parar, para informarse sobre dónde alojarse, dónde comer y qué ver, así como para hacer las pertinentes reservas. Por lo tanto, algunos alcaldes aprovechaban estas paradas para pedirles que actuaran también en su pueblo. En otros casos, los propios txistularis pedían permiso a las autoridades de cada lugar para hacer un pasacalle en el mismo.

Un año, tras visitar San Pedro del Romeral, el pueblo natal de Santi, bajaron hasta Burgos. Allí les pidieron que tocaran en una corrida de toros benéfica que se celebraba aquella tarde, pero los txistularis tuvieron que declinar la invitación porque tenían reservada la comida en otro lugar y debían continuar el viaje. En cambio, aceptaron ir a tocar a un geriátrico y llevarles algunos dulces a los ancianos que vivian allí. 

Cantabria y Asturias han sido durante años el destino preferido por los txistularis. Estuvieron en más de una ocasión haciendo noches en Liérganes y visitando Santander, Laredo, Comillas, Oviedo... Otro año viajaron hasta Covadonga y Ribadesella, y allí, un cura le hizo ponerse una mantilla a una de nuestras chicas cuando fue a comulgar en misa. Esa costumbre ya se había perdido en nuestro entorno, pero en Asturias la pobre tuvo que pedirle la mantilla a una señora que estaba cerca para poder tomar la comunión.

Y es que, ahora las cosas han cambiado, pero en los años 60 todos los domingos había que ir a misa, aunque estuvieran de excursión. Y si no, ya se encargaba de las oraciones Don Pedro Salaberri, que ejercía de capellán del grupo y les acompañaba en todas las excursiones.

Años más tarde, cuando se empezaron a hacer excursiones de un día, visitaron varios pueblos de La Rioja, Álava, Bizkaia, Navarra e Ipar Euskal Herria. 

Todos estos viajes han dado pie a cientos de anécdotas y situaciones graciosas. Una de las más recordadas la vivieron en Castro Urdiales. Habían contratado la comida en un restaurante del municipio cántabro. El segundo plato debía ser solomillo pero, al parecer, eran bastante escasos y nuestros chicos y chicas se estaban quedando con hambre, así que empezaron a protestar. Después de un rato discutiendo con los responsables del restaurante, les sacaron toda una bandeja de solomillos. “¡Estáis muertos de hambre!” -les decían los del restaurante. Y añadían: “¡estas señoras se han comido un pollo cada una!”, señalando a María, la madre de Jose Antonio Chico, y a Carmen, la esposa de Ignacio Barrio.

De hecho, la hora de la comida en restaurantes solía ser el peor momento para Santi. Estaba al cargo de un buen montón de niños y jóvenes, y su principal preocupación solía ser que se comportaran en la mesa. Por lo tanto, las broncas a la hora de comer eran bastante habituales, tanto para los que estaban haciendo trastadas, como para los que no querían comer.

Los últimos años han aprovechado las excursiones para visitar algún lugar turístico o hacer actividades especiales como esquiar en Candanchú, visitar la foz de Kakueta, ver una pastoral en Zuberoa, ir a Port Aventura y Barcelona, etcétera.

Una de las excursiones más larga de los últimos tiempos ha sido la realizada en octubre del año 2000 a Schwarzenbruck. Este precioso municipio alemán cumplía el 975 aniversario de su creación e invitó a una delegación de cada pueblo con el que está hermanado: Kecel (Hungría), Geyer (Alemania), Gufidaun (Tirol) y Urretxu.

Urretxu estuvo representada por los txistularis, el grupo de dultzaineros Iratzarri y los trikitilaris Eugenio eta Izer. Todos ellos, junto con las autoridades municipales, viajaron en autobús hasta allí y participaron en los dos festivales que se celebraron en la localidad para festejar la efeméride.

Como si de una gran feria de la cerveza se tratase, en el polideportivo de Schwarzenbruck se instalaron cientos de mesas y sillas para acoger a todos los que quisieran acudir a estos festivales y en unos stands instalados para la ocasión se servía comida y bebida típica de cada pueblo hermanado. Asimismo, se colocó un gran escenario donde actuaron todos los grupos culturales que acudieron a la cita, desde una banda de música a un grupo de danzas folklórico.


Los txistularis demostraron en aquella ocasión que sirven tanto para un roto como para un descosido, ya que, además de subir al escenario en su momento e interpretar los temas que llevaban preparados, volvían a subir para bailar al son de los fandangos y arin arin de los trikitilaris y dultzaineros o bailar una kalejira por todo el recinto invitando a los asistentes a sumarse a la misma.

El buen humor y las ganas de fiesta acompañaron al grupo en todo momento durante aquellos días. Tocaron y bailaron más que nunca, en cualquier sitio en el que paraban para comer o descansar, en el mismo autobús mientras viajaban... Cabe destacar el pasacalle que hicieron con txistu y dulzaina por las calles de Pau, después de una comida y sobremesa en un restaurante de la ciudad.

Aquel viaje les sirvió, además, para conocer varios lugares preciosos, Schwarzenbruck y sus alrededores, ciudades como Nuremberg, la preciosa villa medieval Carcassone, Pau, etcétera.

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