En aquella época, no era tan habitual como ahora salir del pueblo. Además casi nadie tenía coche y cuando tenían que ir a algún lugar lo hacían en tren. No obstante, el coste del billete tampoco se podía asumir en todas las casas. Así que la sociedad deportiva Goierri se involucró a favor de los txistularis y realizó una colecta entre los urretxuarras para poder costear el billete en tren de los jóvenes que acudieron a Tolosa. Además, cada uno se llevó su propia comida.
Una vez en Tolosa, hicieron un pasacalles por sus calles y participaron en el festival que tuvo lugar por la tarde en la plaza de toros, junto a los danzantes de Iruña/Pamplona, el grupo de danzas Txirinbil de Vitoria-Gasteiz, el Gaztedi de Bilbao, el Oldarra de Biarritz, el Oinkari de Donostia-San Sebastián y otros dantzaris y grupos de Gipuzkoa.
Esta
primera salida fue todo un acontecimiento para aquellos jovencitos. Y la
organización del festival también debió quedarse satisfecha, ya que les
remuneró con 500 pesetas, las primeras que entraron a la caja del grupo. De
hecho, a los pocos meses les llamaron para acudir a Carnavales y, en septiembre
de 1963, la asociación OARGI de Tolosa escribió al ayuntamiento pidiendo su
presencia en el homenaje a Orixe. En dicha carta queda claramente reflejada la
impresión que dieron nuestros txistularis en aquella primera salida, con estas
palabras: “Con motivo de la Fiesta de Lizardi celebrada en esta Villa hace dos
años, nos honraron con su presencia, quedando francamente satisfechos de su
magnífica actuación”.
Laster hainbat herritatik deitu zieten festetan jotzeko. Donostiako Euskal Jaietan, adibidez, behin baino gehiagotan izan ziren. |
También
solían acudir a la capital con motivo de las fiestas vascas y las regatas. De
hecho, allí ocurrió una anécdota que se recuerda con mucho cariño y que tiene a
Juan Manuel Kerejeta como uno de los protagonistas. El atabalari era por aquel
entonces un chavalín que aún vestía con pantalón corto y, como muchos en
aquella época, no estaba acostumbrado a ir a la capital, por lo que estaba
deslumbrado con el gentío que les aplaudía desde las aceras de las calles por
las que pasaban. Estaba tan entretenido mirando a los alrededores, que se
olvidó de dónde estaba y se metió en una calle, mientras el resto del grupo
seguía al municipal que les abría paso por otra vía.
Durante unos cuantos años, también fueron llamados a las Euskal Jaiak de Zarautz y en alguna ocasión incluso pasaron allí la noche, repartidos en casas. En la villa costera, además de tocar pasacalles, les pedían que se detuvieran a tocar en las puertas de las casas más prestigiosas. De esta manera, un año tuvieron la oportunidad de tocar a los Reyes Balduino y Fabiola de Bélgica. La pareja veraneaba en aquella época en Zarautz y nuestros txistularis pudieron agasajarles con varias de las piezas de su repertorio.
Durante unos cuantos años, también fueron llamados a las Euskal Jaiak de Zarautz y en alguna ocasión incluso pasaron allí la noche, repartidos en casas. En la villa costera, además de tocar pasacalles, les pedían que se detuvieran a tocar en las puertas de las casas más prestigiosas. De esta manera, un año tuvieron la oportunidad de tocar a los Reyes Balduino y Fabiola de Bélgica. La pareja veraneaba en aquella época en Zarautz y nuestros txistularis pudieron agasajarles con varias de las piezas de su repertorio.
En
muchas ocasiones, los txistularis eran niños cuando acudían a estas citas y a
veces solían ir sólos en autobús o tren, sin adultos que se responsabilizaran
de ellos. En el destino solía estar esperando alguien de la organización que
les acompañaba en el pasacalle y al mediodía les repartía en diversas casas
para el almuerzo. En Soraluze, por ejemplo, tuvieron una excepcional acogida y
la gente se les ofrecía para acogerles a la hora de la comida.
Poco
a poco, la sociedad fue cambiando y se dejó de enviar sólos a los niños. Los
mayores del grupo, Santi principalmente, solían ir como responsable de todos
ellos. Y bastante mérito tenía para controlar a tantos niños y adolescentes
inquietos. Algunos txistularis como Lourdes Tirapu, por ejemplo, reconocen que
Santi les “aguantó mucho”. Cuenta que en su época, a mediados de los años 70,
solían ir a tocar un concierto a Legazpia en fiestas y a la vuelta siempre
había morros, porque los jóvenes se querían quedar allí, mientras que Santi se
empeñaba en traerlos de vuelta. Les obligaba a subir al autobús y hacían todo
el viaje quejándose. Al llegar al pueblo recuerda que les decía: “¡Ala! ¡Si
queréis, ahora volvéis a Legazpia!”. Y sí, la mayoría de los jóvenes volvía
otra vez a fiestas, pero aquello ya no era responsabilidad de Santi.
Los
años 60 y 70 fueron muy propicios para las bandas de txistularis. No existía
tantos grupos como ahora, tan sólo algunas parejas de trikitilaris y alguna que
otra orquesta, por lo que siempre que había fiestas en algún sitio, era muy
habitual ver a txistularis poniendo música y ambiente.
Olvidándose
de riñas entre pueblos, los de Urretxu fueron requeridos incluso en la romería
de Santa Isabel en Antigua, en más de una ocasión. Solían tocar en la romería
que se celebraba por la tarde en la campa. Allí ocurrió otro de los tantos
encontronazos que durante años tuvieron con la Guardia Civil. Mientras estaban
tocando, se dieron cuenta que un agente no dejaba de mirarles, comentó algo con
un conocido vecino de Zumarraga y volvió a mirarles fijamente. Cuando
terminaron la pieza, se acercó a Iñaki Kerejeta y le ordenó que hiciera el
favor de quitarse el cinturón que llevaba puesto. Era un cinturón tricolor
(rojo, verde y blanco), al igual que la ikurrina.
Entonces,
en pleno Franquismo, llevar cualquier adorno tricolor, como los pompones del
tamboril, o tocar algunas piezas era suficiente para que alguien amenazara con
llamar a la Guardia Civil. En Eibar, por ejemplo, una señora les llamó la
atención por tocar “Gora Euskadi”.
Durante
aquellos años, también hubo llamadas de lugares más lejanos pidiendo a los
txistularis que acudieran a sus fiestas. Los primeros años estuvieron en
Miranda de Ebro, amenizando la romería de San Juan del Monte; en
Iruña/Pamplona, en un campeonato de pelota, y en muchos lugares más.
En
las fiestas de Bayona acompañaban a la cuadrilla “Los Marineros” de Boucau
(población lindante con Bayona) durante todos los actos del día: pasacalles,
comidas... incluso a misa. Y aquella debió ser la primera vez que nuestros
txistularis fueron grabados por las cámaras de televisión, ya que una cadena
francesa grabó la misa a la que habían acudido.
Por
la noche, se retiraban al teatro L'Apolo de Boucau y dormían todos juntos en
camastros del ejército. Ésta era la principal razón por la que las chicas no
podían ir a Bayona, no estaba bien visto, y sólo acudían los chicos.
Lo
mismo ocurría con las fiestas de Vitoria-Gasteiz los primeros años. Nuestros
chicos fueron a tocar a las fiestas de La Blanca desde mediados de la década de
los 70 hasta el año 1981 o 1982 aproximadamente. Y las chicas tan sólo pudieron
ir los últimos años, cuando en la sociedad comenzaron a cambiar algunos
valores.
Los
primeros años fueron a Vitoria acompañando a la cuadrilla “Independientes” y
después con los blusas de “Moskortxu”. Allí se alojaban en un piso que les
dejaba alguien de la cuadrilla y se pasaban todos los días de fiesta.
Comenzaban temprano por la mañana y terminaban las jornadas de madrugada.
Acudían a los paseíllos, los almuerzos, etcétera; en definitiva, a poner música
en todas las actividades que organizaban los blusas. ¡Cuántas veces sonaban las
notas de canciones como “Deportivo Alavés”, “Ya vienen los blusas”, “Betoño” o
“Diana” en aquellas fiestas!
Ahora
las cosas han cambiado en lo que a este tipo de salidas se refiere. Desde los
años 90 hasta la actualidad, los txistularis han sido llamados principalmente
para tocar en alardes o conciertos como el que se hace en Urretxu en Santa
Anastasia. Todos los años suelen acudir, por ejemplo, al alarde de Donostia en
Semana Grande, alguna vez también han solido ir a Pamplona/Iruña en
Sanfermines, a los alarde de San Juan de Luz y Bayona, a Beasain, Legazpia,
Oñati, Idiazabal, Ordizia, Segura, Zumarraga, etcétera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario