15 de julio de 2012

Pueblo a pueblo con el txistu

En páginas anteriores hemos comentado que la participación del grupo de txistularis en la Euskal Jaia de 1960 emocionó a una gran parte del municipio de Urretxu. Pero no sólo a los urretxuarras, los txistularis consiguieron encandilar también a una buena parte de la multitud que llegó de otros pueblos, con ansia de participar en fiestas como aquella y reivindicar la identidad vasca. Y pronto llegó la primera llamada para salir fuera a tocar: pidieron su participación en el Homenaje a Lizardi que se celebró en Tolosa la siguiente primavera, el 28 de mayo de 1961.

En aquella época, no era tan habitual como ahora salir del pueblo. Además casi nadie tenía coche y cuando tenían que ir a algún lugar lo hacían en tren. No obstante, el coste del billete tampoco se podía asumir en todas las casas. Así que la sociedad deportiva Goierri se involucró a favor de los txistularis y realizó una colecta entre los urretxuarras para poder costear el billete en tren de los jóvenes que acudieron a Tolosa. Además, cada uno se llevó su propia comida.

Una vez en Tolosa, hicieron un pasacalles por sus calles y participaron en el festival que tuvo lugar por la tarde en la plaza de toros, junto a los danzantes de Iruña/Pamplona, el grupo de danzas Txirinbil de Vitoria-Gasteiz, el Gaztedi de Bilbao, el Oldarra de Biarritz, el Oinkari de Donostia-San Sebastián y otros dantzaris y grupos de Gipuzkoa.



Esta primera salida fue todo un acontecimiento para aquellos jovencitos. Y la organización del festival también debió quedarse satisfecha, ya que les remuneró con 500 pesetas, las primeras que entraron a la caja del grupo. De hecho, a los pocos meses les llamaron para acudir a Carnavales y, en septiembre de 1963, la asociación OARGI de Tolosa escribió al ayuntamiento pidiendo su presencia en el homenaje a Orixe. En dicha carta queda claramente reflejada la impresión que dieron nuestros txistularis en aquella primera salida, con estas palabras: “Con motivo de la Fiesta de Lizardi celebrada en esta Villa hace dos años, nos honraron con su presencia, quedando francamente satisfechos de su magnífica actuación”.

Poco a poco, y según iban progresando en los ensayos, les fueron llamando también de otros cuantos pueblos para participar en las fiestas patronales, Euskal Jaiak o Haurren Egunak. En Donostia, por ejemplo, estuvieron tocando varias veces. Una vez por lo menos tuvieron que ir “por obligación y cumplimiento”, al igual que músicos de otros muchos pueblos, a recibir al jefe de Estado Francisco Franco que venía a pasar sus vacaciones. El acto estaba perfectamente organizado; cuando llegaron a la capital les recibieron y les indicaron dónde tenían que colocarse y en qué calles tenían que tocar. Asimismo, pasaron lista de todos los txistularis que acudieron al acto, no había forma de escaquearse. 

Laster hainbat herritatik deitu zieten  festetan jotzeko. Donostiako Euskal Jaietan, adibidez, behin baino gehiagotan izan ziren.


También solían acudir a la capital con motivo de las fiestas vascas y las regatas. De hecho, allí ocurrió una anécdota que se recuerda con mucho cariño y que tiene a Juan Manuel Kerejeta como uno de los protagonistas. El atabalari era por aquel entonces un chavalín que aún vestía con pantalón corto y, como muchos en aquella época, no estaba acostumbrado a ir a la capital, por lo que estaba deslumbrado con el gentío que les aplaudía desde las aceras de las calles por las que pasaban. Estaba tan entretenido mirando a los alrededores, que se olvidó de dónde estaba y se metió en una calle, mientras el resto del grupo seguía al municipal que les abría paso por otra vía.

Durante unos cuantos años, también fueron llamados a las Euskal Jaiak de Zarautz y en alguna ocasión incluso pasaron allí la noche, repartidos en casas. En la villa costera, además de tocar pasacalles, les pedían que se detuvieran a tocar en las puertas de las casas más prestigiosas. De esta manera, un año tuvieron la oportunidad de tocar a los Reyes Balduino y Fabiola de Bélgica. La pareja veraneaba en aquella época en Zarautz y nuestros txistularis pudieron agasajarles con varias de las piezas de su repertorio.

Soraluze, Deba, Aretxabaleta, Eibar, Eskoriatza, Bergara, Azkoitia, Zestoa, Tolosa, Andoain, Olazagutia... eran algunos de los municipios que requerían la presencia de nuestra agrupación en los años 60, 70 y 80. Por supuesto, tampoco faltaban a las fiestas de los pueblos de alrededor como Legazpia, Beasain, Gabiria, Ormaiztegi, Ordizia, Segura, Alegia o Idiazabal.

En muchas ocasiones, los txistularis eran niños cuando acudían a estas citas y a veces solían ir sólos en autobús o tren, sin adultos que se responsabilizaran de ellos. En el destino solía estar esperando alguien de la organización que les acompañaba en el pasacalle y al mediodía les repartía en diversas casas para el almuerzo. En Soraluze, por ejemplo, tuvieron una excepcional acogida y la gente se les ofrecía para acogerles a la hora de la comida.

Poco a poco, la sociedad fue cambiando y se dejó de enviar sólos a los niños. Los mayores del grupo, Santi principalmente, solían ir como responsable de todos ellos. Y bastante mérito tenía para controlar a tantos niños y adolescentes inquietos. Algunos txistularis como Lourdes Tirapu, por ejemplo, reconocen que Santi les “aguantó mucho”. Cuenta que en su época, a mediados de los años 70, solían ir a tocar un concierto a Legazpia en fiestas y a la vuelta siempre había morros, porque los jóvenes se querían quedar allí, mientras que Santi se empeñaba en traerlos de vuelta. Les obligaba a subir al autobús y hacían todo el viaje quejándose. Al llegar al pueblo recuerda que les decía: “¡Ala! ¡Si queréis, ahora volvéis a Legazpia!”. Y sí, la mayoría de los jóvenes volvía otra vez a fiestas, pero aquello ya no era responsabilidad de Santi.

Los años 60 y 70 fueron muy propicios para las bandas de txistularis. No existía tantos grupos como ahora, tan sólo algunas parejas de trikitilaris y alguna que otra orquesta, por lo que siempre que había fiestas en algún sitio, era muy habitual ver a txistularis poniendo música y ambiente.

Olvidándose de riñas entre pueblos, los de Urretxu fueron requeridos incluso en la romería de Santa Isabel en Antigua, en más de una ocasión. Solían tocar en la romería que se celebraba por la tarde en la campa. Allí ocurrió otro de los tantos encontronazos que durante años tuvieron con la Guardia Civil. Mientras estaban tocando, se dieron cuenta que un agente no dejaba de mirarles, comentó algo con un conocido vecino de Zumarraga y volvió a mirarles fijamente. Cuando terminaron la pieza, se acercó a Iñaki Kerejeta y le ordenó que hiciera el favor de quitarse el cinturón que llevaba puesto. Era un cinturón tricolor (rojo, verde y blanco), al igual que la ikurrina.

Entonces, en pleno Franquismo, llevar cualquier adorno tricolor, como los pompones del tamboril, o tocar algunas piezas era suficiente para que alguien amenazara con llamar a la Guardia Civil. En Eibar, por ejemplo, una señora les llamó la atención por tocar “Gora Euskadi”.

Durante aquellos años, también hubo llamadas de lugares más lejanos pidiendo a los txistularis que acudieran a sus fiestas. Los primeros años estuvieron en Miranda de Ebro, amenizando la romería de San Juan del Monte; en Iruña/Pamplona, en un campeonato de pelota, y en muchos lugares más.

Años más tarde, unos chicos de Boucau (Lapurdi) vinieron a Urretxu para invitar a nuestros txistularis a las fiestas de Bayona. Aquellas fiestas, junto a las de Vitoria-Gasteiz a las que comenzaron a ir algo más tarde, son las que con mayor cariño recuerdan los veteranos. Y es que a finales de los 60, cruzar la frontera era algo extraordinario, y la vida en Iparralde no era la misma que aquí. Asimismo, pasar cinco días y cinco noches de fiesta, sin el control de los padres, fue todo un regalo para aquellos chavales que por entonces eran adolescentes.

 
En las fiestas de Bayona acompañaban a la cuadrilla “Los Marineros” de Boucau (población lindante con Bayona) durante todos los actos del día: pasacalles, comidas... incluso a misa. Y aquella debió ser la primera vez que nuestros txistularis fueron grabados por las cámaras de televisión, ya que una cadena francesa grabó la misa a la que habían acudido.

Por la noche, se retiraban al teatro L'Apolo de Boucau y dormían todos juntos en camastros del ejército. Ésta era la principal razón por la que las chicas no podían ir a Bayona, no estaba bien visto, y sólo acudían los chicos.

Lo mismo ocurría con las fiestas de Vitoria-Gasteiz los primeros años. Nuestros chicos fueron a tocar a las fiestas de La Blanca desde mediados de la década de los 70 hasta el año 1981 o 1982 aproximadamente. Y las chicas tan sólo pudieron ir los últimos años, cuando en la sociedad comenzaron a cambiar algunos valores.

Los primeros años fueron a Vitoria acompañando a la cuadrilla “Independientes” y después con los blusas de “Moskortxu”. Allí se alojaban en un piso que les dejaba alguien de la cuadrilla y se pasaban todos los días de fiesta. Comenzaban temprano por la mañana y terminaban las jornadas de madrugada. Acudían a los paseíllos, los almuerzos, etcétera; en definitiva, a poner música en todas las actividades que organizaban los blusas. ¡Cuántas veces sonaban las notas de canciones como “Deportivo Alavés”, “Ya vienen los blusas”, “Betoño” o “Diana” en aquellas fiestas! 

Ahora las cosas han cambiado en lo que a este tipo de salidas se refiere. Desde los años 90 hasta la actualidad, los txistularis han sido llamados principalmente para tocar en alardes o conciertos como el que se hace en Urretxu en Santa Anastasia. Todos los años suelen acudir, por ejemplo, al alarde de Donostia en Semana Grande, alguna vez también han solido ir a Pamplona/Iruña en Sanfermines, a los alarde de San Juan de Luz y Bayona, a Beasain, Legazpia, Oñati, Idiazabal, Ordizia, Segura, Zumarraga, etcétera.

En 1997, por ejemplo, fueron llamados a participar en el gran concierto que se celebró en Gernika para conmemorar el 60 aniversario del bombardeo. Pidieron la participación de dos o tres txistularis de cada pueblo, ya que iban a acudir de toda Euskal Herria, pero en Urretxu se aprovechó para hacer una excursión al municipio vizcaino y visitar la casa de Juntas de Gernika. Y los que no tocaron, acudieron como espectadores a aquel gran concierto en el que se estrenó la cantata “Gernika” de Pablo Sorozabal, como conmemoración también del centenario de su nacimiento.

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