Otra
de las tradiciones que mantienen los txistularis desde tiempos inmemoriables es
el pasacalle de los domingos. La actual agrupación lo viene haciendo por
contrato todos los domingos desde que echaron a andar, excepto los de Cuaresma
y los de agosto. Pero el pasacalle también era su principal tarea para los
anteriores danbolinteros del pueblo, para Jose Gabilondo y sus antecesores, no
se sabe desde cuándo.
Lo
que sí ha cambiado estos últimos años ha sido el recorrido. Hoy suele ser algo
más largo, porque en lugar de dar la vuelta en el cruce del Isabel como
se hacía antes, continúan hasta la rotonda de Mugitegi donde comienzan el
regreso hacia el ayuntamiento. Desde hace años, suelen tocar zortzikos
en la ida y biribilketas a la vuelta. El bar Isabel fue un lugar clave
en estos pasacalles hasta que se quemó el edificio; allí solían hacer un
descanso para tomar un anís o alguna otra copita y calentarse en las frías
mañanas de invierno.
En
aquella época, los años más represivos del Franquismo, era fácil acabar
detenido en el cuartel, bastaba con
hacer cualquier cosa que se identificara con la identidad vasca. Y a nuestros
txistularis les llevaron en más de una ocasión, acusados de “tocar canciones
subversivas”. Leon Arrieta recuerda que una de las veces más duras fue un día de
San Juan. Tras la bajada de Santa Bárbara, siguieron con la fiesta en el
pueblo, poteando, tocando el txistu, cantanto y bailando de bar en bar. Les
llevaron al cuartel pero, al parecer, la cosa no pasó a mayores gracias a
Manuel Salegi, concejal del ayuntamiento y cuñado de Ramón Esnaola, que medió
ante la Guardia Civil para calmar los ánimos. Sin embargo, tras aquella
jornada, decidieron que no iban a tocar más delante del cuartel.
Años
después, un sargento le llamó a Santi y le llamó la atención por esa costumbre.
Le dijo que hicieran el favor de tocar también frente a su casa porque a ellos
también les gustaba el sonido del txistu. Así que hoy en día el descanso se
hace frente al Liceo y comienzan a tocar otra vez a la altura del número 24 de
la calle Labeaga, junto a la sala de exposiciones Juan de Lizarazu. A la vuelta
hacen lo mismo, paran de tocar en el paso de zebra de Labeaga número 24 y pasan
andando por la acera hasta el rascacielos para volver a formar allí.
Pero
no fueron aquellos los únicos problemas que tuvieron con la Guardia Civil y las
autoridades. Ya hemos comentado antes que los txistularis no eran partidarios
de tocar el día 18 de julio, y todos los años intentaban escaquearse de aquel
pasacalle. Un año casi todos se marcharon al monte sin tocar el pasacalle,
sobre todo los jóvenes. Tan sólo acudieron a la cita los más pequeños.
Cuando
volvieron de su jornada montañera, se había montado un gran revuelo en el
pueblo. El alguacil les estaba buscando y les cayó una buena bronca por no
tocar. Ellos creían que el asunto terminaría en eso, pero al año siguiente, las
autoridades aún se acordaban de lo sucedido y tuvieron que hacer el pasacalle
por los dos pueblos, por Zumarraga y Urretxu.
Hoy
por hoy, lo más duro del pasacalle suele ser madrugar los domingos para
comenzar a tocar a las 9 de la mañana, sobre todo para los jóvenes que suelen
salir los sábados por la noche. Y eso que desde hace algunos años están
divididos en grupos y cada txistulari sólo tiene que ir dos veces al mes.
Todo
esto se hace por amor al arte, por mantener esta bonita tradición, porque
ningún txistulari de Urretxu ha cobrado todos estos años por tocar. El dinero
que anualmente se recibe del ayuntamiento va a parar a una cuenta común y se
emplea para los gastos de material, etcétera. Bien claro lo dejaba Santi
Gutiérrez en muchas ocasiones: “Tocando el txistu no te vas a hacer rico”
-solía decir- “pero ganarás mucho en amistades”. Y en eso tenía razón, ya que
da la oportunidad de ir a muchos pueblos a tocar y conocer a muchísima gente.
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