Después
de aquella primera actuación de la Euskal Jaia del año 60, poco a poco se
fueron estableciendo las actividades de la agrupación que se había formado ya
oficialmente como banda de txistularis de Urretxu. Continuaron ensayando varias
veces cada semana, saliendo los domingos al pasacalle, etcétera. Y, a cambio de
ello, se les pagó una cena por Santa Cecilia y una excursión de tres días a
Cantabria en verano de 1961.
No
obstante, los quehaceres oficiales se estuvieron negociando con el Ayuntamiento
durante unos meses. En octubre de 1961, el grupo de txistularis presentó un
escrito indicando cuáles iban a ser sus condiciones. En la misma se
comprometían a tocar un pasacalle “todos los domingos y días festivos, excepto
el 1 de mayo, 18 de julio, 12 de octubre y los domingos de Cuaresma”. En este
punto tuvieron, al parecer, algún rifi rafe con las autoridades, ya que
aquellos opinaban que debían tocar también los días arriba mencionados como
excepción. Asimismo, el grupo concretaba el recorrido del pasacalle por “calle
Iparragirre, Jauregi, Nekolalde, Labeaga y regreso”.
Por
otra parte, se comprometían a tocar dianas en Pascua de Resurreción, el día de
Corpus Christi, Santa Cecilia y 8 de diciembre; a participar en todas aquellas
actuaciones organizadas por el Ayuntamiento en la que se requiriera su
presencia y a realizar ensayos tres días por semana. De igual manera, llama la
atención que queda por escrito su compromiso a cuidar los uniformes e
instrumentos, responsabilizándose de los desperfectos.
Por
todo ello, pedían 1000 pesetas mensuales para todo el grupo, más 600 en
concepto de sueldos para los maestros de academia y 200 para gastos de
material. El documento detallaba también que no estarían sin local de ensayo
por un periodo superior a 30 días.
Con
estas directrices funcionó la agrupación durante años. No obstante, cada cierto
tiempo el contrato se va actualizando, incluyendo nuevos puntos y modificando
los ya existentes. En el firmado en 1986, en lo que se refiere al pasacalle por
ejemplo, se incluyen como excepción también los domingos de agosto, junto con
los de Cuaresma.
Asimismo,
ese mismo año, se incluyó un punto en el que se permite a los txistularis el
uso de la fotocopiadora para temas referentes a las prácticas de sus
actividades. Ésto, en principio, puede parecer algo obvio, pero gracias al uso
de la fotocopiadora, se acabaron uno de los castigos que más frecuentemente se
les imponía a los chavales cuando hacían trastadas: copiar partituras. Y es
que, una banda de txistularis, al igual que cualquier agrupación musical,
necesita tener varias copias de las partituras de cada tema. Por lo tanto,
aquellos primeros años en los que no existían fotocopiadoras, una de las tareas
más habituales o “castigos” de los chavales solía ser ése.
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