10 de junio de 2012

Los locales de ensayo en estos 50 años


Sin lugar a dudas, los locales de ensayo fueron uno de los grandes quebraderos de cabeza de Santi Gutierrez. Siempre que hablaba con las autoridades, les pedía un lugar definitivo y seguro en el que guardar los instrumentos, las partituras y el resto del material del que disponían. Al final, lo consiguió a finales de los 80, cuando se instaló la casa de cultura en el palacio Aizpuru Enea. Hasta entonces, la agrupación tuvo que cambiar de local una y otra vez.

Los primeros meses después de su creación, los txistularis continuaron ensayando en el Auxilio Social. Pero el lugar pronto se quedó pequeño para un grupo tan numeroso, así que se les trasladó a los bajos del ayuntamiento; luego, estuvieron en otra sala del mismo edificio; más tarde, pasaron al palco del antiguo cine; después, a diferentes aulas del colegio público (tanto al viejo, como a lo que hoy es Gain Zuri), y durante un tiempo también estuvieron ensayando en el Liceo. Finalmente, desde 1987 suelen reunirse en la sala de música de la casa de cultura.

Fuera en un lugar o fuera en el otro, los txistularis han ensayado varias veces cada semana. Los veteranos afirman que en su época sólo libraban los sábados, ya que ensayaban todos los días entre semana y los domingos tocaban el pasacalle y los bailables de la tarde. Hoy en día, en cambio, ensayan dos veces entre semana y tocan el pasacalle los domingos.

Durante muchos años además, la agrupación ha sido uno de los pocos lugares oficiales del pueblo en el que se podía aprender solfeo y, por supuesto, el txistu. Santi fue, además de director y el mayor responsable del grupo durante años, el mejor maestro que los txistularis pudieron tener. Al principio, compartía esta labor con Jose Perez, pero hacia 1967, éste dejó el grupo de Urretxu y participó en el nacimiento de la banda de txistularis Antxiñako Ama Txistulari Taldea de Zumarraga, junto con Esteban Barrena, Juan Ignacio Garmendia, etcétera.

Cuando se enseñaba, los ensayos estaban repartidos en dos partes. Primero, se reunían con los que estaban aprendiendo y después, empezaban a llegar los “mayores”, los txistularis oficiales, para su ensayo. Algunos de los mayores también colaboraban en la enseñanza tomándoles la lección a los aprendices, sobre todo Roberto Salegi que sabía tocar más de un instrumento y acompañaba las lecciones con su acordeón. Según cuentan los más veteranos, el jaleo y ruido en algunos momentos era ensordecedor, ya que muchas veces tomaban la lección a varios chavales a la vez.


Una vez superada la fase de aprendizaje, los nuevos txistularis empezaban a ensayar con el resto del grupo, aprendiendo a tocar las mismas piezas que ellos y preparándose para salir a tocar en público. En algunos casos, el primer pasacalles de un txistulari solía ser en un día señalado y no son pocos los que debutaron el día de la Euskal Jaia de tal año o el día de Navidad o el día de Corpus Christi...

Hoy en día, ya no existe la parte de aprendizaje, los txistularis llegan al grupo habiendo aprendido solfeo y las nociones básicas de txistu en la academia Secundino Esnaola. Los txistularis se reúnen dos veces por semana para ensayar las piezas que tocarán en el pasacalle del domingo siguiente o en los compromisos que tienen a la vista.

El ambiente en estos ensayos ha sido siempre muy divertido y jovial, según recuerdan todos. “Era la perfecta excusa para salir de casa entre semana” comentan algunos veteranos como Ainhoa Alzelai, Lurdes Elgarresta y Javi Burdaspar. Y es que, la mayoría de los txistularis ha ejercido activamente durante su adolescencia, y a esa edad, los ensayos de txistu se convirtieron en muchas ocasiones en el pretexto para reunirse con los amigos entre semana durante un par de horas. “Algunos incluso hacíamos piras del ensayo. Salíamos con la excusa de ir al txistu y no llegábamos, nos quedábamos jugando o hablando, a veces incluso a las puertas del local”.

Pero cuando acudían, se lo pasaban muy bien. Casi todas las generaciones de txistularis han conseguido “hacer cuadrilla”, encontrar amigos de la misma edad con los que compartir juegos, risas y buenos momentos. De hecho, aún hoy existen tradiciones que se han mantenido perfectamente durante estos 50 años como la de llevar galletas para celebrar un cumpleaños. Nunca faltará en el ensayo una caja de galletas o aperitivos, unos refrescos y vino cuando alguien cumple años. Aunque las tradiciones también han ido evolucionando, porque, aunque hoy en día sea impensable, hace unos años se solía llevar vino para los mayores y vino dulce para los niños, con lo que algunos chavales se solían poner las botas a “ardo goxo” siendo niños de 7, 8 o 9 años.

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